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Migdonio DeDiego Moreno

OPINIÓN

Todos debemos ayudar a construir los senderos que conducen a obtener la paz

Por: Migdonio Dediego Moreno

El sentido común nos indica que la paz es la ausencia de la guerra; ésta en la cual hemos permanecido inmersos durante décadas sin fin todos los colombianos; flagelados, los odios, las venganzas y la hipocresía proveniente de las vertientes sociopolíticas, afanadas por la conquista del poder para abastecerse y humillar a los débiles en sus plurales anhelos y necesidades que terminan en los canales de la frustración.
De manera equívoca, cotidianamente desechamos la hermandad y la pacífica convivencia vecinal; pero vemos que un alto número de colombianos con ardentía luchan para construir múltiples cementerios, afianzando la guerra que sólo deja cenizas, viudas, huérfanos, hambre, precariedad, desolación y retraso para el desarrollo de los diversos entes territoriales de nuestra nación, la cual debemos proteger y hacerla progresar mediante actuaciones de equilibrio mental para construir los senderos que conduzcan a la obtención y sonrisa de la paz.
La paz reside en el núcleo esencial y equilibrado de nuestro cerebro, que ordena a nuestro espíritu segregar contenidos de orden y fraternidad por senderos colmados de respeto y hermandad social; lógica consecuencia de nuestra firme y ejemplar formación en valores y principios para el buen manejo y orientación de la familia, la gobernabilidad política y el derecho de los asentamientos de las humanas comunidades rurales y urbanas de nuestro país.
La firma de los convenios bilaterales para lograr el cese al fuego, es de suprema importancia y permitirá regular una parte de los incoherentes factores que agobian a nuestro país; servirá también para frenar algunos estados beligerantes, creadores de zozobra y sufrimientos mil; pero, después de firmados los compromisos de desarme y cese al fuego, es necesario acometerle, sin regateos, a la Inversión Social, abrigada de educación completa, empleo, salud, deporte, recreación, turismo, infraestructura vial y urbana, con acciones positivas que desborden la inequidad que ha dejado en estado de indefensión de todo orden y en la pobreza extrema a los colombianos de abajo.
Colombia necesita un líder que impulse el bienestar, como debe ser, para que no falte pan en los hogares pobres; así es posible decir que vivimos con libertad, abrigados del sosiego esencial de la paz que permitirá orden, respeto y hermandad social, vecinal, familiar y administrativa gubernamental.  Se requiere la adopción de políticas estratégicas, con instructores calificados para llevar orientación adecuada a los mayores de los hogares dispersos que deben impartir valores, principios y buena formación a sus niños y a la juventud, a fin de alcanzar el equilibrio y la paz que todos los colombianos anhelamos; así, Colombia podrá sonreír con dignidad y arropados por el sol ardiente de la confraternidad.