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Migdonio DeDiego Moreno

OPINIÓN

Desastre natural o desidia Estatal

Este año la preparación de la fiesta de la Navidad está marcada por la fuerza de la naturaleza que a causa de las lluvias torrenciales aterroriza a millones de colombianos con una capacidad inusual de destrucción. ¿Cómo no recordar en esta Navidad a las personas sepultadas por un deslizamiento en Bello y a tantas personas que en las laderas de Bogotá, Medellín y otras ciudades han visto destruidas sus viviendas y sus barrios? ¿Cómo no sentir como propias las angustias de las poblaciones de Cundinamarca, Chocó, Valle y de otros departamentos, particularmente de la región Caribe y en las riveras de los ríos Magdalena y Cauca, que se han visto inundadas con la consecuente destrucción de poblaciones, cultivos, pérdida de vidas humanas y de fuentes de trabajo? Los pobres y los vulnerables son nuevamente los que resultan mayormente afectados.
En esta situación, la Navidad es, con mayor fuerza aún, la fiesta de la esperanza, de la vida, de la solidaridad, ya que nos habla del misterio profundo de un niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre, en el que Dios asume todo el sufrimiento y la pobreza humana. En Jesús, que nace en el pesebre, Dios se hace verdaderamente cercano a toda situación humana para transformarla con la fuerza de su amor. De esta manera, la Navidad será para las comunidades que la vivirán en albergues o alojados en casas de amigos y de vecinos porque lo han perdido todo, fuerza y valor para iniciar los caminos de la reconstrucción de sus proyectos de vida personales y comunitarios. La Navidad será la luz para todos los colombianos que nos ha de guiar para comprometernos solidariamente con la reconstrucción de las regiones afectadas. La novena, las luces navideñas y la música de los villancicos nos harán reflexionar este año sobre nuestra responsabilidad con los que sufren, con el medio ambiente, con el cuidado de la naturaleza, con la prevención de desastres.
La Navidad nos trae la fraternidad porque gracias a Jesús, el Dios del pesebre, todos somos hermanos. Vemos con alegría cómo se eleva desde todos los rincones del país un movimiento de solidaridad a favor de los damnificados. Así estamos viviendo la realidad de que somos una gran familia, la familia humana que se solidariza con los que sufren y pasan necesidades. Queremos invitar a todos a intensificar las muestras concretas de solidaridad y a vivir plenamente la espiritualidad navideña en el hogar, el barrio o la vereda aprovechando para compartir con los demás, en particular con quienes viven la soledad, la pobreza extrema, el desplazamiento forzado, o son las víctimas de violaciones a sus derechos.
La Navidad nos trae la paz porque en Jesús, nacido en el pesebre, todos alcanzamos la reconciliación. Oremos por los secuestrados para que nunca pierdan la esperanza y puedan regresar cuanto antes a sus hogares; oremos para que cese definitivamente en Colombia el flagelo del secuestro, de la injusticia, de la violencia; oremos por los grupos armados al margen de la ley para que en esta Navidad descubran los caminos de la paz y de la integración plena en la vida de la sociedad; oremos por nuestros gobernantes, nuestros legisladores, nuestros jueces para que dirijan al país por los senderos de la justicia y de la paz; oremos por cada uno de los colombianos para que, con la luz que irradia el amor misericordioso de Dios manifestado en Jesús, podamos construir juntos una patria fraterna solidaria, justa, en la que todos tengamos la posibilidad de un desarrollo humano integral con el acceso a todos los derechos y la posibilidad de cumplir todos los deberes. Las víctimas de estos desastres son los de siempre, la mayoría de colombianos asentados en áreas críticas, muchas veces a causa del conflicto interno.
La irresponsabilidad y corrupción gubernamentales hacen más grave esta tragedia navideña.
La caridad pública no debe reemplazar las responsabilidades de este gobierno insensible, para liderar respuestas nacionales ante estos desastres naturales.