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Migdonio DeDiego Moreno

OPINIÓN

Las calumnias y la diatriba deben suprimirse en el lenguaje político local

Por: Migdonio Dediego Moreno
Causa lástima y tristeza al no tener hoy a los intelectuales políticos de antaño, quienes escribían y presentaban programas con proyectos ciertos y de altura, ilustrándonos sobre temas de interés y resonancia local, departamental y nacional, con fundamento y sentido universal; ahora sólo encontramos a algunos aspirantes a corporaciones públicas sumergidos en vacíos mentales, sin la debida formación académica y principios sustantivos para proteger y defender el bien común; pero si atrofian los espacios de la humana vida local.
Sin esa necesaria formación individual, algunos salen a buscar el fervor y respaldo político ciudadano, son personas desprovistas de propuestas ciertas y valederas para cimentar una vida digna en las familias y comunidades en general; por los medios de comunicación y otros, ellos se dedican a insultar y a ofender a sus homólogos aspirantes; ¿por qué actúan así?, porque la cabeza la tienen hueca y vacía de concretas soluciones que favorezcan los anhelos y necesidades de la humana población, en donde sólo se recibe el engaño alcabalero, emitido por esos enfermizos y clínicos aspirantes políticos que buscan el respaldo ciudadano para proteger sus apetitos individualistas.
Algunos, una vez son elegidos, se ausentan definitivamente y no ayudan a ejecutar las obras para el bienestar de las humanas y sociales comunidades que desean mejorar sus condiciones de vida.  En su proselitismo político algunos expresan críticas malsanas, odios, insultos y dolencias del alma perturbada, con la cual enlodan el camino y el ambiente social que dejan inundado de resentimiento insustancial, dando así mal ejemplo ante la sociedad.
Hay aspirantes políticos que medio siglo después se dieron cuenta que sus comunidades barriales carecían de manos amigas, solidarias y de compromiso ciudadano para cambiar y mejorar sus condiciones de vida en pro del bienestar común, cuyas comunidades se hallan transidas de esperanza para aliviar sus padecimientos.
Se requiere que entre todos unamos nuestras manos con las manos de Dios para poder, con esfuerzo y voluntad suprema, construir verdaderos caminos de redención social, ausentes de la diatriba vulgar con que algunos se alimentan y usan para causar daños irreparables contra sus homólogos políticos.
Con identidad de criterios, abramos espacios para que los niños y niñas, jóvenes y adultos que vienen atrás, mañana puedan transitar sin dificultad y vivir abrigados con el manto de la seguridad, en todos los aspectos de la vida cotidiana.  Para no construir estadios de guerra, adecuadamente usemos los pensamientos y el buen lenguaje durante el trasegar político, a fin de cimentar los principios, los valores humanos y sociales, con el don de gentes que edifique la paz que todos anhelamos, cogidos de la mano, para lograr el bien común en los sectores urbanos y rurales de nuestro municipio.